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Centro Centroamericano de Población

Alegre nicoyana se convierte en tataratataratatarabuela

Autor: Rodríguez S., Irene

Año de publicación

2014

Resumen

Mansión, Nicoya, Guanacaste. No era una visita cualquiera. María Francisca Isolina Castillo Carrillo, de 107 años, arregló la casa de madera donde vive con su nieta y, con sus propias fuerzas, se sentó en su silla favorita del corredor que da al jardín y al corral. Ella vería por segunda vez a Angelí Moreno, de cinco meses. Esta bebé es su sétima generación de descendencia: su tataratataratataranieta, es decir, la bisnieta de su nieta. La niña llegó desde Colorado de Abangares, acompañada de su madre, Marta Iris, de 17 años, y de su abuela Laura, de 31. Pocos minutos después, tras haber hablado sobre su niñez, sus hábitos y su juventud, los ojos de Panchita, cansados, pero que aún logran ver, distinguieron a la última de su camada. “Démela un ratito para acurrucarla”, le dijo a su tataranieta (la abuela de la menor). La bebé comenzó a llorar, pero su instinto materno perenne supo como calmarla de inmediato. “Solo es cuestión de mecerla con cariño”, aseguró. A sus 107 años, abuela Pancha o doña Panchita, como es conocida, ha logrado la proeza de llegar a esa edad con una fuerza física y una habilidad mental propias de alguien 25 años menor. Sin embargo, hay algo aún más extraordinario en ella: es la única costarricense viva a quien un familiar puede llamar tataratataratatarabuela. La hazaña de conocer a su sétima generación de descendientes es algo que, según los demógrafos, ocurre en un caso cada 500.000 o 600.000 en todo el mundo.

Publicador

La Nación, 26 de enero de 2014


Documentación restringida

Tipo de publicación

Nota de Prensa

Descriptores

  • ANCIANOS
  • LONGEVIDAD
  • CRELES

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