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Centro Centroamericano de Población

Entre el salmón y el olimpo, tenemos una visión pesimista del envejecimiento

Autor: Rosero Bixby, Luis

Resumen

El salmón del Pacífico es un ejemplo famoso de senescencia catastrófica. Sube la corriente con gran vitalidad y en gran número para reproducirse y, una vez logrado su cometido, muere en forma masiva. Su ciclo calza bien con la biología evolucionista, en la cual las edades posreproductivas simplemente no cuentan, debido a que una eventual mutación o mejora genética en esas edades ya no puede transmitirse, mecanismo fundamental para que opere la evolución. El salmón contrasta con los dioses del Olimpo, que nacen, tienen una infancia y se desarrollan hasta cierta edad, pero, una vez que alcanzan su edad característica, el envejecimiento se detiene. Artemisa y Apolo se quedan para siempre jóvenes. Zeus se desarrolla hasta llegar a ser un patriarca vigoroso. Una vez que los dioses completan su desarrollo, el envejecimiento cesa. A partir de allí, el paso del tiempo no cuenta; no se vuelven más frágiles (ni más sabios) con la edad. Entre extremos. Los humanos estamos entre el salmón y el Olimpo, entre senescencia catastrófica y envejecimiento nulo. Y ciertas poblaciones están más cerca de la una que del otro. Nuestra percepción del proceso de envejecimiento también está entre estos dos extremos, como bien señala un libro reciente sobre la biodemografía de la longevidad, publicado por el Consejo Nacional de Investigación de los EE. UU.

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